jueves, 29 de mayo de 2008

Cuento sin título ni moraleja

Su cara aplastada dejaba apenas entrever sus ojos. Tal era la arrugadez de su piel. Estaba sentado en un cantero de la peatonal leyendo el diario. Quería saber el precio del dólar.
Debo recordarles que tan arrugada estaba su cara que le caía por encima de los globos oculares, así que para leer, creo yo, tenía que hacer uso de su visión de rayos X.

Volviendo al dólar, debo aclarar que no era muy adinerado. Ganó unos verdes en un juicio contra un negocio de comidas Fast Food cuando se cayó de una escalera de madera que tenía un peldaño descompuesto. Y esos mismos Lincolns estaba hoy por cambiar en Barugel.

-Tres cincuenta para la compra, tres cuarenta para la venta. ¡No puede ser! –Exclamó- ¡Hoy es mi día!

Se dirigió a la puerta del local. El guardia, al verlo todo
zaparrastroso le dijo:
-¡Tomatelás viejito! ¿Qué venís a cambiar, el reloj que tenés desde hace cuarenta años más o menos?

Y que iba a hacer el viejito, todo arrugado, sin fuerzas para pelear a semejante patova.
Se fue. Caminó dos cuadras hasta la Catedral y se sentó en la escalinata.

En eso pasa un grupito de Punk-emos-alternativos y lo quieren pintar con aerosol, riéndose y diciendo que es Art Nouveau. El pobre viejecito se cubre con su brazo izquierdo y se lo quiebran.
No sé si tendrá suerte el viejito, que justo caminaban por allí un policía
y un abogado.
Ustedes imaginarán el resultado: unos verdes más para el anciano.

Entonces, con el paso de unos días en rehabilitación, y sentado en la parada del colectivo frente al hospital, el viejito pensó:

-Podría vivir de esto, ganaría unos buenos pesos, conocería Europa, el gran cañón…

En eso ve que otra vez hay un abogado cerca –lo reconoció por su maletín y su BMW- y también dos policías de la caminera que patrullaban la zona –a esos los reconoció porque estaban comiéndose un pancho y escuchando radio-. Además estaba frente al hospital… vio venir el R4 y no lo dudó un segundo. Se hizo el que tropezaba y se paró justo en frente del colectivo.
La tenía clarísima el viejito…



Les puedo jurar que nunca en mi vida había visto tanta sangre. Y mucho menos había visto pedazos de un ser humano volar tan lejos de quien fuera su dueño. No sé si lo reconstruyeron para el velatorio, o si lo pusieron en frascos de mayonesa vacíos, porque lo mismo daba. No había forma de reconocer quién o qué era.

4 comentarios:

Ziga dijo...

jojojo como para contarsela a tus hijos antes de dormir!jaja
muy bueno man te juro que me sorprendio mucho ese final!

Unknown dijo...

¡Bestia peluda!

Un saludote de un misterioso señor L.

¡Cuidate!

PD: Creo que no soy tan misterioso despues de todo, si aparece mi foto y mi nombre en un blog.

virginia dijo...

guo!
es verdad, el final es inesperado.
variada abstracción observo en tu espacio, y me gusta.
un diseño sublime + una literatura que desvaria= ajj! combo perfecto.

virginia dijo...

a ver..
lo de despertarse a las 6 am bue´, valla y pase.. (porque yo tuve que nacer con genes de menos carajo!? ¬¬)
Pero que te falte el don de la palabra? yo que vos me releo.. y también tu diseño habla por sí sólo..
todo esto lo dije "sin necesidad de quedar bien".
jaja me encantó ese retruco final!

besos emma